Por: Daniela Acosta
“Después de ver las ruinas de Machu Picchu, las fabulosas culturas de la antigüedad parecían estar hechas de cartón, Papier-mâché…”, subrayó el célebre poeta chileno Pablo Neruda. Su apreciación no tiene margen de error, pues al contemplar la majestuosa ciudadela inca uno intenta hallar las palabras para describirla, aunque siempre fracase en el intento porque su belleza sobrepasa el lenguaje. Machu Picchu es, sin duda, una de las siete maravillas más icónicas del planeta.
Qué hermoso concepto tenemos hasta hoy, hasta que damos una vuelta de 180 grados y nos topamos con una realidad que provoca angustia y tristeza. ¿Qué está ocurriendo con este valioso santuario? A fines de 2022, la gestión de Machu Picchu ya mostraba signos de crisis. Expertos advertían que el aforo diario alcanzaba las 4.500 personas, casi el doble de lo aprobado por el Ministerio de Cultura en julio de 2020, tras una recomendación de la UNESCO para proteger el recinto, ya desgastado por el paso del tiempo.
En ese contexto, el 2023 llegó cargado de incertidumbre. El turismo se tensó por la masificación y por los riesgos que amenazaban esta joya del patrimonio mundial. El 21 de enero, la situación estalló con las protestas sociales en todo el país. Los ciudadanos percibían indiferencia del Gobierno peruano ante la crisis que afectaba a la maravilla del mundo y al sector turístico. Se suspendió el ingreso de visitantes a Machu Picchu y a la red de caminos inca para salvaguardar la integridad de los turistas, según informó la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC) Cusco y la Jefatura del Santuario Histórico de Machu Picchu del Sernanp. Agentes policiales reportaron daños en la vía férrea Ollantaytambo–Machu Picchu e incluso desprendimiento de rocas debido a las manifestaciones. Ante ello, el Gobierno decidió cerrar el sitio indefinidamente por motivos de seguridad. Aquella noche, más de 400 turistas fueron evacuados en helicóptero hasta Cusco y otros 418 retornaron en tren. El malestar crecía: los visitantes expresaban su enojo e incomodidad por la desorganización de las autoridades.



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