CRÓNICA
Por: Oneida Chayña López
En las frías mañanas de Arequipa, cuando el vapor del aliento se confunde con el humo de los buses y el bullicio de la ciudad aún bosteza, hay figuras pequeñas que ya llevan horas en las calles. Son niños. Niños que no corren hacia una escuela, sino hacia un parabrisas sucio, una caja de golosinas o una moneda que caiga de una ventana entreabierta. A veces están solos; otras, con hermanos o primos, formando una suerte de cuadrilla invisible para la mayoría de transeúntes.Sus rostros cansados, las ropas gastadas y el andar lento reflejan una realidad que quiebra cualquier indiferencia. Hay en sus miradas una mezcla de resignación y adultez prematura. Cualquiera que los vea podría pensar que han sido abandonados a su suerte. Y, en parte, es cierto. En casa falta lo esencial y, a su corta edad, muchos ya cargan con la responsabilidad de contribuir a la subsistencia familiar.
Según Alexandra Prado, subgerente de Promoción Social y Protección Vecinal de la Municipalidad de Arequipa, los operativos mensuales de sensibilización sobre el trabajo infantil han permitido identificar entre 14 y 16 menores de edad solo en el Cercado de la ciudad. Sin embargo, la cifra real podría ser mucho mayor.
“Hay más de 100 niños identificados en situación de trabajo infantil. Algunos venden dulces en las calles o en exteriores de locales nocturnos. Otros simplemente piden limosna”, explicó la funcionaria. Las edades más frecuentes oscilan entre los 6 y 12 años. Muchos de ellos ni siquiera entienden por qué están ahí; solo saben que deben estar.
Lo más alarmante es que el problema ya no se limita a niños migrantes. Prado advirtió que, aunque antes la mayoría de los casos correspondía a menores extranjeros, ahora se observa un preocupante aumento de niños peruanos que han sido empujados a trabajar por la presión económica o la indiferencia de sus familias.
Desde el municipio se hace un llamado firme a los padres: “No obliguen a sus hijos a trabajar. Asuman su responsabilidad”, recalca Prado. Aunque se promueven acciones de sensibilización y protección, la respuesta institucional aún no alcanza a todos los rincones donde los niños laboran bajo el sol, la lluvia o la noche.
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