CRÓNICA
Por: David Flores Mendoza
Hoy, un año después de su partida, el 23 de julio vuelve a ser un día marcado por el dolor, pero también por la luz que dejó Jael Sebastiam, así, con “M”, como él mismo corregía con una sonrisa cada vez que alguien escribía su segundo nombre mal.
Hoy, un año después de su partida, el 23 de julio vuelve a ser un día marcado por el dolor, pero también por la luz que dejó Jael Sebastiam, así, con “M”, como él mismo corregía con una sonrisa cada vez que alguien escribía su segundo nombre mal.
23 de julio del 2024, fue el último cumpleaños. Un día que, como tantos otros, buscó ser brillante, perfecto, imposible de ignorar. Porque, aunque su cuerpo ya no respondía como antes, su espíritu seguía encendido, rebelde, lleno de vida.
Acababa de salir del hospital. Otra vez. El trayecto desde la puerta principal hasta la sala fue breve, pero cargado de significado. La silla de ruedas, ahora su compañera constante, era más pesada que el mismo, pero no más pesada que la certeza que flotaba en el aire, ¿Este sería su último cumpleaños?
Sus padres, sus amigos, su familia, todos se reunieron para cantarle “Happy Birthday to you”. No había globos ni pastel digno de una postal, pero sí había presencia, emoción, y sobre todo, despedida.
¿Cómo disfrutar un cumpleaños sabiendo que el reloj biológico no marca minutos, si no cuentas regresivas? ¿Cómo celebrar cuando “The Cancer” está en fase 4 y ya no hay vuelta atrás?
Jael lo hizo. Sonrió. Se dejó abrazar. Consoló a sus padres, quienes no podían ocultar el llanto. Él, el hijo, el joven de apenas 24 años, se convirtió en el adulto de la sala, el que calmaba las angustias ajenas mientras cargaba con la suya en silencio.
¿Qué tan peculiar tiene que ser la vida para que un joven que no podía caminar sea quien más coraje demuestra al andar? ¿Qué tan complaciente puede llegar a ser la muerte cuando se presenta sin avisar, pero con una fuerza que consume todo a su paso?
Tal vez Jael ya tenía las respuestas. O tal vez, como todos, solo intentaba vivir el momento, ignorar lo que venía, y centrarse en lo que estaba pasando, su cumpleaños, su gente, su vida.
Falleció 10 días después, el 2 de agosto de 2024. Un año después, su nombre sigue sonando en cada desayuno, en cada jugo de plátano que ya nadie prepara, en cada recuerdo compartido, en cada mirada que se pierde al cielo buscando respuestas.
Porque Jael no fue solo un muchacho con cáncer. Fue un muchacho que supo decir adiós sin dejar de vivir. Y por eso, hoy, 23 de julio, es también un “Happy Birthday to you” para la memoria.
Sus padres, sus amigos, su familia, todos se reunieron para cantarle “Happy Birthday to you”. No había globos ni pastel digno de una postal, pero sí había presencia, emoción, y sobre todo, despedida.
¿Cómo disfrutar un cumpleaños sabiendo que el reloj biológico no marca minutos, si no cuentas regresivas? ¿Cómo celebrar cuando “The Cancer” está en fase 4 y ya no hay vuelta atrás?
Jael lo hizo. Sonrió. Se dejó abrazar. Consoló a sus padres, quienes no podían ocultar el llanto. Él, el hijo, el joven de apenas 24 años, se convirtió en el adulto de la sala, el que calmaba las angustias ajenas mientras cargaba con la suya en silencio.
¿Qué tan peculiar tiene que ser la vida para que un joven que no podía caminar sea quien más coraje demuestra al andar? ¿Qué tan complaciente puede llegar a ser la muerte cuando se presenta sin avisar, pero con una fuerza que consume todo a su paso?
Tal vez Jael ya tenía las respuestas. O tal vez, como todos, solo intentaba vivir el momento, ignorar lo que venía, y centrarse en lo que estaba pasando, su cumpleaños, su gente, su vida.
Falleció 10 días después, el 2 de agosto de 2024. Un año después, su nombre sigue sonando en cada desayuno, en cada jugo de plátano que ya nadie prepara, en cada recuerdo compartido, en cada mirada que se pierde al cielo buscando respuestas.
Porque Jael no fue solo un muchacho con cáncer. Fue un muchacho que supo decir adiós sin dejar de vivir. Y por eso, hoy, 23 de julio, es también un “Happy Birthday to you” para la memoria.
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