miércoles, 12 de noviembre de 2025

EL ÚLTIMO MENSAJE DE CHARLIE KIRK

CRÓNICA 

Por:  Daniela Acosta Chávez

Fuente: Fox News
Actualmente, el activismo entre los jóvenes parece haber perdido popularidad, ya que muchos están centrados en sus responsabilidades y actividades cotidianas, sin embargo ese no fue el caso de Charles James Kirk, un joven activista político conservador estadounidense quien nació y creció en Chicago, Illinois.

En la preparatoria participó activamente en política y lideró una campaña contra el aumento de precios en la cafetería de su escuela. Tras terminar el colegio, se dedicó por completo al activismo. En 2012 fundó TPUSA, una organización estudiantil que creció rápidamente. Aliado cercano del presidente Donald Trump. Muchos lo admiraban y compartían su forma de pensar, especialmente los jóvenes universitarios. Sin embargo, un suceso cambió su destino. Lamentablemente fue asesinado mientras hablaba ante miles de jóvenes en la Universidad del Valle de Utah. El evento se convirtió en escenario de un crimen político que reavivó el temor por la violencia ideológica en Estados Unidos.

El calor del mediodía del 10 de septiembre superaba los treinta grados en Orem, una ciudad tranquila del estado de Utah. Centenares de jóvenes de la Universidad de Utah Valley se congregaron bajo el cielo despejado para escuchar a Charlie Kirk, de 31 años, quien había recorrido decenas de universidades con su mensaje de liderazgo. Vestía una camiseta blanca y un pantalón negro. Minutos antes de subir al estrado, revisó en su celular los mensajes de su equipo y agradeció a los asistentes por el entusiasmo mostrado en redes sociales. “Hablar con jóvenes es siempre un privilegio”, comentó mientras se sentaba bajo una carpa para responder preguntas del público. Eran las doce y veinte cuando los aplausos estallaron al verlo. La presentación inició con normalidad: Kirk habló sobre la perseverancia, el aprendizaje constante y el respeto por las diferencias. Los asistentes lo escuchaban atentos, algunos tomando notas, otros grabando con sus teléfonos. A la media hora, el orador hizo una pausa, tomó un sorbo de agua y volvió a mirar al público con una sonrisa.

De pronto, a las doce y cincuenta, un sonido seco quebró la armonía del lugar. Un disparo proveniente de una de las azoteas del edificio Losee, frente al área principal del campus, atravesó el cuello del activista. Su cuerpo se desplomó sobre el escenario. La multitud quedó paralizada. Los gritos desesperados de los jóvenes desataron el caos. Decenas de estudiantes corrieron buscando refugio; otros, en estado de shock, miraban sin comprender lo ocurrido. La transmisión en directo captó el momento exacto del asesinato.

Los miembros de su equipo de seguridad reaccionaron de inmediato. Uno de ellos subió al escenario y cubrió el cuerpo de Charlie con una chaqueta mientras pedía una ambulancia. Otro lo tomó por los brazos y, con ayuda de voluntarios, lo trasladó fuera del auditorio hasta una camioneta negra estacionada a pocos metros. En el trayecto, algunos estudiantes intentaron acercarse para ofrecer ayuda, pero fueron detenidos por el personal de seguridad. La ambulancia tardó menos de cinco minutos en llegar. Ya era la una de la tarde cuando el vehículo partió hacia el Hospital Regional de Timpanogos. El campus quedó en silencio, con las calles bloqueadas y los accesos cerrados por la policía.

Durante el trayecto, los paramédicos trataron de reanimarlo. La herida, ubicada en el costado izquierdo del cuello, provocó una pérdida masiva de sangre. Charlie llegó sin signos vitales al hospital y fue declarado fallecido a las dos y media de la tarde. Donald Trump anunció el deceso en su red social: “Charlie fue un patriota y un héroe. Nadie entendió a la juventud estadounidense como él”, escribió el mandatario, quien ordenó izar las banderas a media asta en todo el país.

La noticia se difundió primero en medios locales y, en cuestión de minutos, las cadenas nacionales confirmaron el fallecimiento. En las afueras del hospital, los jóvenes levantaban carteles y velas como signo de respeto y pesar.

Fuente: El País
Mientras tanto, las imágenes de las cámaras de seguridad revelaron a un individuo que, tras el disparo, escapó corriendo por el techo del edificio Losee con una mochila. Las autoridades identificaron su ruta de huida hacia el norte del campus y desplegaron más de cien agentes en su búsqueda.

A las ocho de la noche del mismo día, el jefe del Departamento de Policía de Orem ofreció una breve conferencia de prensa. Confirmó que el atacante era un hombre joven y que las fuerzas de seguridad contaban con una descripción precisa. Durante toda la madrugada, los agentes rastrearon zonas rurales cercanas y revisaron cámaras de tráfico en busca de su paradero. Medios internacionales comenzaron a cubrir el hecho, mientras el nombre de Charlie Kirk se convertía en tendencia mundial en redes sociales.

El 11 de septiembre, en un pequeño pueblo al sur del estado, un joven de 22 años identificado como Tyler Robinson fue arrestado. Se encontraba en una estación de servicio, a más de cuatrocientos kilómetros del lugar del crimen. Los oficiales lo reconocieron por las fotografías difundidas y procedieron a detenerlo. En su mochila hallaron un arma de largo alcance y una libreta con anotaciones confusas sobre el evento del día anterior. Las pruebas confirmaron luego que el arma coincidía con la utilizada en el ataque. La policía informó que Robinson había actuado solo y que no pertenecía a ninguna organización conocida.

Esa misma tarde, las autoridades del hospital ofrecieron una conferencia de prensa. Confirmaron que la causa de muerte de Charlie Kirk fue una hemorragia severa producto del impacto del proyectil. Los médicos relataron que, a pesar de los intentos por estabilizarlo, su condición fue muy difícil.

Durante los días siguientes, las universidades de Utah suspendieron sus actividades en señal de duelo. En la Universidad de Utah Valley, el auditorio donde ocurrieron los hechos fue cubierto con cintas negras. Los estudiantes encendieron velas alrededor del escenario, y un grupo de profesores colocó una placa con su nombre grabado. En la ceremonia, un colega suyo tomó la palabra: “Charlie creía en el poder del diálogo. Murió haciendo lo que más amaba: hablar con los jóvenes”.

El cuerpo de Charlie fue trasladado a Arizona, su estado natal, donde lo esperaba su familia. El funeral se realizó en una iglesia de la ciudad de Phoenix y reunió a cientos de personas. La ceremonia fue sencilla, sin discursos políticos ni homenajes oficiales. Su madre agradeció el apoyo recibido y pidió recordar a su hijo por su entrega a los demás.

El féretro fue acompañado por una caravana de vehículos hasta el cementerio local. No hubo cámaras ni declaraciones, solo un silencio compartido por todos aquellos que apreciaron y amaron a Charlie. El entierro concluyó con una breve oración y aplausos que brotaron entre los presentes.

A una semana del crimen, las investigaciones continuaban. La policía confirmó que el atacante había planeado el acto con anticipación, aunque aún se desconocían los motivos exactos. En su vivienda se encontraron mensajes en los que mencionaba su intención de “llamar la atención del mundo”. Expertos en criminología señalaron que el caso reflejaba el aumento de la violencia contra figuras públicas en espacios universitarios.

En redes sociales, miles de usuarios compartieron fragmentos de sus conferencias y frases inspiradoras. En varios campus del país, estudiantes organizaron vigilias en su memoria. Charlie Kirk fue recordado por su energía, su manera directa de hablar y su compromiso con la formación de líderes jóvenes. No solo era un conferencista, sino también un mentor que creía en la fuerza del propósito. Quienes lo conocieron lo describen como alguien incansable, capaz de recorrer varios estados en pocos días para cumplir con su agenda.

Hoy, en la memoria colectiva, permanece su mensaje, repetido por miles: que cada palabra puede cambiar una historia, y que el valor de un mensaje no se mide por el volumen de la voz, sino por la verdad que contiene.

 

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