lunes, 10 de noviembre de 2025

CUANDO EL AMOR A CRISTO ES MÁS FUERTE DEL TEMOR AL HOMBRE

CRÓNICA
Por: Daniela Acosta Chávez

Fuente: El Debate
El Seminario Menor de la Inmaculada Concepción, ubicado en Vhianokpodi, al sur de Nigeria, es un espacio de paz y serenidad donde la principal misión diaria es amar a Dios a través del servicio, la oración y los quehaceres diarios. Esta casa de formación se distingue por la fe firme de todos sus miembros, tanto jóvenes como adultos. Su anhelo común es llegar un día a la presencia del Padre y vivir junto a Él por la eternidad. Sin embargo, la vida de sacerdotes y seminaristas no es sencilla: la inestabilidad política y social del país también marca su cotidianidad.

La noche del 10 de julio de 2025, el seminario se sumió en el terror. Los seminaristas descansaban después de una jornada de estudio cuando un grupo de hombres armados irrumpieron en el lugar. Los disparos se escucharon desde el portón principal y el pánico se extendió por toda la casa de formación. Christopher Aweneghieme, un agente del Cuerpo de Defensa Civil asignado para custodiar el recinto, intentó detener a los transgresores, sin embargo, fue asesinado. Los atacantes entraron y destruyeron el lugar, tristemente secuestraron a tres jóvenes estudiantes que dormían en los dormitorios del segundo pabellón.
  
El obispo de Auchi, monseñor Gabriel Dunia, fue informado de inmediato. A través de los guardias sobrevivientes supo que los secuestradores eran numerosos y conocían bien la distribución del seminario. Esa noche ordenó evacuar a todos los alumnos restantes a parroquias cercanas y solicitó apoyo a las autoridades locales, que apenas llegaron cuando el peligro ya había pasado. La comunidad de Auchi, acostumbrada a vivir con miedo, volvió a enfrentar un suceso trágico.
 
Durante las primeras horas, la prioridad fue confirmar la identidad de los desaparecidos. Se trataba de tres seminaristas de entre 14 y 17 años, todos provenientes de familias humildes. Sus nombres eran Japhet Jesse, Joshua Aleobua y Emmanuel Alabi, los cuales eran proclamados en todas las misas y comunidades católicas de Nigeria.
 
En todo el mes de julio se estuvo orando por los jóvenes. Las familias esperaban cualquier noticia. Monseñor Dunia pidió a la comunidad mantenerse firme y no ceder al miedo. Aun así, la preocupación crecía. Previo a este atentado, en marzo del mismo año, el seminario había sido atacado y el rector secuestrado; otro seminarista perdió la vida. Los asaltos repetidos revelaban un patrón de violencia dirigido especialmente contra las instituciones cristianas del país.
 
Las autoridades eclesiásticas explicaron que el pago de un rescate era inviable ya que la Iglesia mantiene una política firme de no financiar secuestros para evitar que los ataques se multipliquen. A través de intermediarios, el obispo intentó dialogar con los captores, pero no hubo respuesta clara. Los agresores, supuestamente miembros del grupo étnico “Fulani”, acostumbrados a pedir dinero como medios de subsistencia, operaban desde el norte y se desplazaban por zonas rurales buscando víctimas fáciles. Las comunidades religiosas, por su vulnerabilidad, se convirtieron en objetivos constantes.

Con el paso de las semanas, surgieron nuevas señales. El 14 de agosto, un video difundido en redes mostró a dos de los jóvenes secuestrados. En las imágenes, se les veía llorando, rodeados de hombres armados, sosteniendo lo que parecía ser un cráneo humano. Las autoridades confirmaron la autenticidad del material.

El 18 de julio, uno de los tres seminaristas, Japhet Jesse, fue liberado tras intensas gestiones. Días después, otro de los jóvenes, Joshua Aleobua, recuperó la libertad el 4 de noviembre. Ambos fueron trasladados al hospital y luego al seminario mayor, donde recibieron atención médica y espiritual. Sus rostros reflejaban el miedo que habían vivido.

Sin embargo, la alegría no fue completa. El tercer seminarista, Emmanuel Alabi, no logró sobrevivir al secuestro, fue abatido por sus captores. La diócesis confirmó su fallecimiento en un comunicado oficial, generando profundo dolor entre los fieles. El cuerpo del joven fue velado en la catedral de Auchi, donde cientos de personas acudieron a rendir homenaje. Las campanas repicaron con solemnidad mientras los seminaristas encendían velas en su memoria.

El asesinato de Emmanuel encendió nuevamente las alarmas sobre la situación de inseguridad en Nigeria. En los últimos años, sacerdotes, religiosas y seminaristas se han convertido en blanco frecuente de bandas armadas. Según organizaciones humanitarias, más de tres mil personas fueron secuestradas en 2025.

Tras el ataque, el seminario reforzó sus medidas de seguridad con apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), una fundación internacional que respalda la formación de sacerdotes en Nigeria. Se construyó un cerco perimetral y se instalaron puestos de vigilancia. Aun así, el miedo persiste. Los estudiantes rezan cada mañana por sus compañeros y por un país que busca la paz.

Hoy, el Seminario Menor de la Inmaculada Concepción intenta recuperar la calma. Las clases y la formación espiritual se han reanudado, pero el recuerdo de la pérdida permanece. En un mensaje a los fieles, el papa León XIV exhortó a los seminaristas a mantenerse firmes en la fe: “Gracias por haber aceptado con valentía la invitación del Señor a seguirlo, a ser discípulos, a entrar al Seminario. ¡Tienen que ser valientes y no tener miedo! A Cristo que los llama le dicen ‘sí’, con humildad y valentía; y este ‘aquí estoy’ que le dirigen brota en la vida de la Iglesia y se deja acompañar por el necesario camino de discernimiento y de formación.”




























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