ARTÍCULO DE OPINIÓN
Por: Daniela Acosta Chávez
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Fuente: La Nota Económica |
¿Cuántas veces un estudiante ha sentido que carga una mochila pesada sobre los hombros? La ansiedad no solo se mide en cifras, se vive en carne propia. Cuántos jóvenes no sintieron dolor en el estómago sin razón alguna o bloqueos mentales, es algo normal que sufren las personas ansiosas y sobre todo los universitarios cuando los trabajos se acumulan, las obligaciones también, y la sensación de asfixia crece cada vez más. La exigencia académica no solo es aprobar, es destacar, para ser más específicos, es destacar entre los mejores. No basta con estar en el tercio, sino en el quinto superior. Y en ese camino, los errores son imperdonables. Uno termina sintiéndose como un zombi que sigue vivo solo para “terminar” tareas en una agenda interminable.
La presión académica es un factor determinante en el malestar emocional de los estudiantes. El ingreso a la universidad suele representar la primera prueba ya que no siempre es una decisión libre, sino una imposición social e incluso familiar. A esto se suma el querer alcanzar un alto rendimiento. Muchos jóvenes buscan mantener un prestigio alto, asegurar un futuro profesional y no decepcionar a nadie. El perfeccionismo, en ese contexto, deja de ser una “virtud” y se convierte en un enemigo que te juega en contra. Peor aún, algunos ingresan a la universidad sin claridad sobre qué es lo quieren hacer en la vida. El mensaje de que “la carrera es para toda la vida” solo incrementa la ansiedad, sobre todo cuando las elecciones no coinciden con los intereses propios o en muchos casos con las exigencias de los padres. A todo ello se agrega la gestión del tiempo porque organizar horarios y prioridades por primera vez en la vida es un reto que, junto con la sobrecarga académica, se vuelve asfixiante.
El dilema entre elegir estar bien o cumplir con la universidad es complicado. La decisión es seguir trabajando, engañándose con frases como “cuando acabe esto, descansaré”. Pero el descanso nunca llega. El entorno tampoco ayuda porque algunos aconsejan “vivir la vida”, como si fuese tan sencillo dejar de lado las responsabilidades. La verdad es que la ansiedad no permite salir de esa zona de confort disfrazada de productividad, donde fallarse a uno mismo parece el peor de los pecados.
Vivir con ansiedad es agotador. Los pendientes nunca se acaban; se empieza un trabajo pensando que se resolverá en un día, pero tres noches después aún no se termina. Lo peor es regresar a clases y recibir dos nuevas tareas, así todo un semestre, incluso todo el año. La universidad puede convertirse en la pesadilla más dura si no se aprende a organizar el tiempo, es un monstruo disfrazado de “tu futuro está en nuestras manos”.
Recientemente en un medio escrito capitalino tuvo bien dialogar con Edinson Junior Merino Farías, psicólogo y especialista en educación sexual y violencia familiar. El advierte que la ansiedad psíquica impacta directamente en el bienestar emocional, generando preocupaciones, miedos, pensamientos intrusivos y rumiaciones que dificultan la concentración, la toma de decisiones y el disfrute de las actividades cotidianas. En consecuencia, reduce la capacidad de encontrar satisfacción en la vida, deteriora las relaciones personales y limita la habilidad de afrontar el estrés. Cuanto más alta es la ansiedad, más bajo es el bienestar psicológico.
La ansiedad universitaria es la historia que el cine aún no ha contado con suficiente crudeza. Solo quien la padece puede dar testimonio de lo que significa vivir atrapado en un un pozo de culpa, miedo y tareas sin terminar, del cual es difícil salir.
Ante este panorama, diversas universidades han propuesto algunas recomendaciones prácticas. Es bueno tener un horario estructurado ya que permite distribuir mejor las actividades. El uso de agendas, aplicaciones o técnicas como Pomodoro puede ayudar a mejorar la productividad. Contar con un espacio de estudio tranquilo, bien iluminado y ergonómico también marca la diferencia. Así mismo, la alimentación equilibrada es fundamental porque prioriza alimentos nutritivos y sostiene la energía. Además, la actividad física contribuye a liberar tensiones y a dormir mejor. Y el descanso, lejos de ser un "lujo”, es esencial para la memoria y la concentración. Por último, buscar ayuda profesional no debe verse como debilidad, sino como un acto de valentía. Muchas casas superiores de estudio ofrecen servicios de orientación psicológica que son un recurso valioso.
“La ansiedad es solo una falsa alarma del cerebro que puedes aprender a desactivar” fueron las palabras del psicólogo español Rafael Santandreu quien recuerda que la ansiedad no es peligrosa, es como una señal de humo sin fuego, y podemos entrenarnos para no reaccionar con miedo.
Esta estudiante se permite dar su opinión respecto a su experiencia como universitaria y próximamente egresada de la carrera profesional de Ciencias de la Comunicación. No fue fácil manejar el estrés académico, es más, muchas veces pensé en dejarlo todo por priorizar mi bienestar psicológico, sin embargo, gracias a personas que me aman y amo, pude sobrellevar esta mochila pesada sin tener que sacrificar mi vida. Solo puedo decir que, no está mal querer “ser alguien en la vida”, es más es parte de la naturaleza humana querer sobresalir pero recuerda que solo tienes una vida. Como una vez escuche en mis amigos: “No es la muerte lo que debes temer, sino nunca empezar a vivir”
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