lunes, 8 de septiembre de 2025

CAMBIOS INDIVIDUALES Y COLECTIVOS: EL NUEVO ROSTRO DE LA ESPIRITUALIDAD JUVENIL

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Por: Daniela Acosta Chávez
  
 
 
 
 
 
 
 
Los jóvenes ¿son espirituales? Esta pregunta genera un debate y es que la espiritualidad es el principio central que organiza nuestra vida interior pero ¿los jóvenes son conscientes de esto? Basta observar acontecimientos como la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que desde 1986 reúne a miles de jóvenes católicos en distintas partes del mundo. Las cifras muestran que, si bien en la jornada de Manila, Filipinas en 1995 se alcanzaron cerca de cinco millones de participantes, otras como en Lisboa, Portugal en el 2023 registraron poco más de un millón y medio. No se trata solo de números, sino de lo que evidencian: la fe juvenil ya no se vive con la misma fuerza, o al menos no de la misma manera.

Este panorama no solo se desarrolla en el catolicismo. Otras religiones también enfrentan el mismo reto. Los jóvenes parecen aislar la parte espiritual frente a otros intereses. El Jubileo de los Jóvenes, celebrado en Roma en el año 2000, reunió a dos millones de fieles, una cifra impresionante pero difícil de replicar en la actualidad. En comunidades evangélicas o judías también se percibe un descenso, mientras que otras formas de vivencia espiritual, como el yoga, crecen en popularidad. ¿A qué se debe esto? ¿Qué cambió en estas dos décadas?
 
Considero que existen varios factores que influyen en la espiritualidad. En primer lugar, el modelo de vida que los jóvenes tienen en la actualidad exige que prioricen su futuro académico y laboral. El tiempo libre que antes podía destinarse a vivir en comunidad y fraternidad ahora se distribuye entre estudios, empleos de medio tiempo y actividades personales. En segundo lugar, el mundo actual fomenta un estilo de vida que se centra en el disfrute inmediato como fiestas, viajes, redes sociales, temas que tengan que ver con el entretenimiento desplazando así cualquier interés por la fe o lo espiritual. En tercer lugar, los “golpes de la vida” que se presentan en los jóvenes y que, directa o indirectamente, repercute en la fe, en algunos casos en su totalidad y en otras solo los aleja de sus
creencias.

Otro elemento, que quieran o no influye, es el auge de las tecnologías digitales porque la virtualidad ha sustituido en gran medida los espacios de encuentro cara a cara que favorecen la construcción de una relación en fraternidad. Asimismo, la variedad de ideologías y discursos que circulan en internet generan confusión. Muchos jóvenes se declaran agnósticos o ateos, no necesariamente porque hayan reflexionado en profundidad sobre la fe, sino porque son influenciados por su entorno, o encuentran más sencillo posicionarse desde la perspectiva del relativismo, una corriente filosófica que basicamente
hace referencia a una verdad propia y en la que decide creer.
 
También es importante mencionar que la pérdida de credibilidad de algunas instituciones religiosas afecta en la espiritualidad del creyente. Frente a este problema, algunos optan por explorar sectas, prácticas filosóficas, entre otras opciones que ofrecen una espiritualidad individual y flexible.

Entonces ¿podemos concluir que la espiritualidad en los jóvenes está desapareciendo? En realidad no, más bien está evolucionando o incluso haciéndose más fuerte a nivel individual y no colectivamente.
 
Muchos jóvenes canalizan su necesidad de trascender en actividades de voluntariado, en la conexión con la naturaleza, en la búsqueda de bienestar emocional o en el desarrollo personal. En conclusión la espiritualidad no ha desaparecido, pero para los jóvenes ha dejado de ser un tema colectivo para convertirse en algo más individual. El reto está para las religiones, si no logran responder a las preguntas de los jóvenes, corren el riesgo de que estos decidan alejarse. La juventud de hoy no es menos espiritual que la de antes, pero vive en un contexto y realidad diferente.
 
Me gustaría finalizar con un mensaje que dio el Papa Francisco a los jóvenes en la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones en marzo del 2024: «Nuestra vida se realiza y llega a su plenitud cuando descubrimos quiénes somos, cuáles son nuestras cualidades, en qué ámbitos podemos hacerlas fructificar, qué camino podemos recorrer para convertirnos en signos e instrumentos de amor, de acogida, de belleza y de paz, en los contextos donde cada uno vive».

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