ARTÍCULO DE OPINIÓN
Por: Stefany Mena Campos
El cuerpo sin vida de una joven de 24 años fue hallado en un descampado del distrito de Chiguata, dentro de un costal, atado con cintas y con signos de haber sido asfixiada. Estaba embarazada de cuatro meses. Su nombre era Carla Chiguay Quispe. Su historia, como la de muchas otras, terminó en silencio. Pero no sin antes gritar.
La tarde anterior, Carla había discutido con su pareja, Nicanor Vilca Flores, un técnico en enfermería de solo 18 años. Ambos trabajaban juntos en un centro de salud de Paucarpata. Allí mismo, mientras él atendía a pacientes como si nada hubiera pasado, la Policía llegó a buscarlo. Lo detuvieron sin resistencia. Su rostro apenas se inmutó.
Según la fiscal Janellyn Tejada, el joven habría asesinado a Carla luego de que ella se negara a interrumpir el embarazo. La Fiscalía sostiene que la discusión fue subiendo de tono hasta convertirse en una escena de violencia extrema: Carla fue asfixiada y envuelta en cinta adhesiva antes de ser colocada en un costal. Nicanor, según la investigación, intentó deshacerse del cuerpo abandonándolo en una zona despoblada.
El cuerpo sin vida de una joven de 24 años fue hallado en un descampado del distrito de Chiguata, dentro de un costal, atado con cintas y con signos de haber sido asfixiada. Estaba embarazada de cuatro meses. Su nombre era Carla Chiguay Quispe. Su historia, como la de muchas otras, terminó en silencio. Pero no sin antes gritar.
La tarde anterior, Carla había discutido con su pareja, Nicanor Vilca Flores, un técnico en enfermería de solo 18 años. Ambos trabajaban juntos en un centro de salud de Paucarpata. Allí mismo, mientras él atendía a pacientes como si nada hubiera pasado, la Policía llegó a buscarlo. Lo detuvieron sin resistencia. Su rostro apenas se inmutó.
Según la fiscal Janellyn Tejada, el joven habría asesinado a Carla luego de que ella se negara a interrumpir el embarazo. La Fiscalía sostiene que la discusión fue subiendo de tono hasta convertirse en una escena de violencia extrema: Carla fue asfixiada y envuelta en cinta adhesiva antes de ser colocada en un costal. Nicanor, según la investigación, intentó deshacerse del cuerpo abandonándolo en una zona despoblada.
Pero un testigo cambió el rumbo del caso: el taxista que transportó al joven y el misterioso bulto. Según su testimonio, Nicanor le dijo que llevaba “carne de alpaca”. Pero el olor, el peso, su actitud, no cuadraban. Sospechó. Horas después, el hallazgo del cadáver en Chiguata confirmaría sus peores temores.
Carla no tenía antecedentes de violencia registrados en comisarías. Nadie imaginó que su embarazo terminaría siendo una sentencia. Estaba construyendo su vida, trabajando, preparándose para ser madre. Hoy su historia se suma a una lista dolorosamente larga: mujeres asesinadas por quienes decían amarlas.
Los vecinos del centro de salud aún no salen de su asombro. Algunos lo describen como “tranquilo, reservado”. Otros sabían de la relación, pero no del infierno que se escondía detrás. El Ministerio Público ya inició las diligencias para acusarlo formalmente por el delito de feminicidio agravado.
Mientras tanto, en redes sociales y en las calles, el nombre de Carla se convierte en grito de protesta. “Ni una menos”, vuelve a leerse. Pero para ella, ya es tarde.
En Arequipa, en Perú, en todo el mundo, los feminicidios siguen arrebatando vidas. Carla solo quería ser madre. Solo quería vivir.
Carla no tenía antecedentes de violencia registrados en comisarías. Nadie imaginó que su embarazo terminaría siendo una sentencia. Estaba construyendo su vida, trabajando, preparándose para ser madre. Hoy su historia se suma a una lista dolorosamente larga: mujeres asesinadas por quienes decían amarlas.
Los vecinos del centro de salud aún no salen de su asombro. Algunos lo describen como “tranquilo, reservado”. Otros sabían de la relación, pero no del infierno que se escondía detrás. El Ministerio Público ya inició las diligencias para acusarlo formalmente por el delito de feminicidio agravado.
Mientras tanto, en redes sociales y en las calles, el nombre de Carla se convierte en grito de protesta. “Ni una menos”, vuelve a leerse. Pero para ella, ya es tarde.
En Arequipa, en Perú, en todo el mundo, los feminicidios siguen arrebatando vidas. Carla solo quería ser madre. Solo quería vivir.
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