lunes, 22 de julio de 2024

LA CARA OCULTA DEL FAST FASHION

Artículo de Opinión
Por: Sharon Taco Ccahua





Cuando hablamos de moda rápida, a menudo pasamos por alto su verdadero impacto en el medio ambiente y en la sociedad. Detrás de cada prenda de vestir se esconde una compleja red de producción que abarca desde países de Medio Oriente hasta el consumo desenfrenado aquí, en Perú. Es fácil seducirse por la promesa de moda a precios asequibles, pero ¿a qué costo?

El fast fashion nos permite seguir las últimas tendencias a través de plataformas como TikTok, Facebook o Instagram, haciendo accesibles marcas y estilos que de otro modo serían inalcanzables, como Dolce & Gabbana, Versace o Gucci. En un país donde el acceso a estos productos exclusivos es limitado, las cadenas de moda rápida se han establecido como la alternativa práctica y económica para muchos.

En Perú, la llegada de las gigantes del fast fashion hace poco más de seis años marcó un hito significativo en el mercado retail. Zara, H&M y Forever 21, entre otros, han captado una parte considerable del mercado local, desafiando a las tradicionales tiendas por departamento con su capacidad para ofrecer moda actualizada a precios competitivos. Esta competencia ha forzado a las tiendas locales a adaptarse, generando mayor rotación de productos y una diversificación en las ofertas para mantenerse relevantes.

Históricamente, nuestras elecciones de vestimenta no solo reflejan nuestra personalidad, sino que también influyen en nuestras interacciones sociales y en la percepción que otros tienen de nosotros. Aileen Ribeiro, historiadora especializada en moda, destaca que las leyes de vestimenta han variado a lo largo del tiempo, imponiendo restricciones según la clase social. Hoy en día, aunque persisten ciertos códigos de vestimenta, nuestras elecciones están más influenciadas por las tendencias de moda y nuestras posibilidades económicas.

El consumo desenfrenado en el sector textil ha aumentado notablemente. El Instituto de Recursos Mundiales (WRI) reporta que desde el año 2000, compramos un 60% más de ropa. En Perú, la expansión del fast fashion ha incrementado significativamente la disponibilidad de prendas, permitiendo a cada persona adquirir al menos 20 prendas al año, aproximadamente una cada tres semanas.

Sin embargo, detrás de la accesibilidad y disponibilidad de la moda rápida se esconde una realidad sombría. El proceso de producción de estas prendas, desde su manufactura hasta su desecho, tiene graves consecuencias ambientales. La moda rápida no solo se refiere a la velocidad de producción y venta, sino también a la corta vida útil de las prendas. Con materiales de baja calidad y acabados deficientes, estas prendas se desgastan rápidamente y suelen ser desechadas cuando pasan de moda, lo cual ocurre a un ritmo acelerado debido a las tendencias cambiantes.

Hoy en día, la moda opera en un ciclo frenético con más de 50 microtemporadas anuales, impulsando un consumo constante. Las tiendas ajustan su inventario casi semanalmente para mantenerse al día con las últimas tendencias. Este modelo, caracterizado por bajos costos, depende de altos volúmenes de ventas, promovidos por estrategias de marketing que nos incitan a comprar más ropa de la que realmente necesitamos.

La industria de la moda rápida tiene un fuerte impacto en el medio ambiente. Las fibras sintéticas, derivadas del petróleo, no se descomponen y se acumulan en los ecosistemas marinos. Además, la industria textil es responsable de entre el 8 y 10% de las emisiones globales de carbono, superando a los sectores de transporte marítimo y aéreo combinados. Se estima que anualmente se vierten 500,000 toneladas de microfibras en el mar, equivalentes a 50,000 millones de botellas de plástico. Menos del 1% de la ropa vieja se recicla para hacer nuevas prendas, mientras que el 87% termina en incineradores o vertederos.

Es crucial que como consumidores seamos conscientes del impacto ambiental de nuestras decisiones de compra. Al mismo tiempo, la industria textil tiene la responsabilidad de adoptar medidas concretas para reducir su huella ecológica, como la investigación de materiales más sostenibles, la promoción de la reventa y el reciclaje de prendas, y la garantía de condiciones laborales justas en toda su cadena de suministro.



















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