Por: Sharon Taco Ccahua
La noticia de que el parlamento iraquí considera una ley que permita el matrimonio infantil, con niñas de tan solo 9 años, debería provocar indignación mundial. Este proyecto, impulsado bajo el pretexto de la tradición religiosa, no solo es un abuso de poder y una manipulación de la fe, sino una atrocidad contra la infancia. Permitir que se legalice el matrimonio infantil en nombre de la religión es, en realidad, un eufemismo para la institucionalización de la violación de niñas. Es un atropello a su dignidad y una traición al avance en derechos humanos.
No solo en Irak, sino en países como Irán, donde la ley permite casamientos desde los 13 años, este tipo de prácticas se esconden tras un manto de tradición que perpetúa el abuso. Las vidas de estas niñas se ven truncadas antes de haber empezado; sus derechos, pisoteados por sistemas que las ven como propiedad, no como individuos. En América Latina, la situación no es menos vergonzosa: en países como el nuestro, decenas de miles de niñas son casadas anualmente bajo la presión de costumbres patriarcales, empobrecimiento y una mentalidad que normaliza la explotación de menores.
No solo en Irak, sino en países como Irán, donde la ley permite casamientos desde los 13 años, este tipo de prácticas se esconden tras un manto de tradición que perpetúa el abuso. Las vidas de estas niñas se ven truncadas antes de haber empezado; sus derechos, pisoteados por sistemas que las ven como propiedad, no como individuos. En América Latina, la situación no es menos vergonzosa: en países como el nuestro, decenas de miles de niñas son casadas anualmente bajo la presión de costumbres patriarcales, empobrecimiento y una mentalidad que normaliza la explotación de menores.
Las leyes, en teoría, deberían proteger a estas niñas. En Colombia, la prohibición del matrimonio infantil fue celebrada como un avance, y en Perú, la Ley N° 31945 también intenta erradicar este abuso. Pero estas medidas quedan en papel cuando no hay un cambio cultural ni apoyo suficiente en las zonas donde el matrimonio infantil sigue siendo una norma. La ley puede ser letra muerta si no se acompaña de políticas efectivas, que vayan más allá de sanciones simbólicas y aborden las causas profundas: pobreza, ignorancia, y una cultura de machismo que convierte a las niñas en víctimas de abuso disfrazado de “costumbre.”
En lugar de tomar pasos hacia una sociedad más justa y segura para todos, con esta ley Irak estaría cimentando la opresión. Al legitimar esta práctica, perpetúa el ciclo de la pobreza, la violencia y la dependencia. Los embarazos en niñas tan jóvenes son una de las principales causas de mortalidad en las adolescentes de los países en desarrollo, y detrás de cada muerte hay una historia de abuso y abandono.
Es necesario cuestionarse: ¿hasta cuándo se permitirá que las leyes sean una excusa para seguir controlando y explotando los cuerpos de las niñas? ¿Cuánto tiempo más debemos esperar para ver una condena global unánime y contundente hacia estas prácticas inhumanas?
El matrimonio infantil no solo arranca la infancia y los sueños de cada niña, sino que las convierte en prisioneras de un sistema que les niega el derecho a un futuro digno y seguro. Como sociedad, es nuestra responsabilidad denunciar y exigir justicia, para que ninguna niña, en ninguna parte del mundo, sea víctima de una práctica tan cruel y retrógrada. La protección de los derechos de las niñas no debería estar en debate; es una obligación de la humanidad.
En lugar de tomar pasos hacia una sociedad más justa y segura para todos, con esta ley Irak estaría cimentando la opresión. Al legitimar esta práctica, perpetúa el ciclo de la pobreza, la violencia y la dependencia. Los embarazos en niñas tan jóvenes son una de las principales causas de mortalidad en las adolescentes de los países en desarrollo, y detrás de cada muerte hay una historia de abuso y abandono.
Es necesario cuestionarse: ¿hasta cuándo se permitirá que las leyes sean una excusa para seguir controlando y explotando los cuerpos de las niñas? ¿Cuánto tiempo más debemos esperar para ver una condena global unánime y contundente hacia estas prácticas inhumanas?
El matrimonio infantil no solo arranca la infancia y los sueños de cada niña, sino que las convierte en prisioneras de un sistema que les niega el derecho a un futuro digno y seguro. Como sociedad, es nuestra responsabilidad denunciar y exigir justicia, para que ninguna niña, en ninguna parte del mundo, sea víctima de una práctica tan cruel y retrógrada. La protección de los derechos de las niñas no debería estar en debate; es una obligación de la humanidad.
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