ARTÍCULO DE OPINIÓN
Por: Sharon Taco
El fentanilo, un opioide sintético, ha cambiado por completo el panorama de las drogas ilícitas en Norteamérica. Mientras que las clásicas heroína y cocaína eran las grandes protagonistas del narcotráfico en décadas pasadas, hoy el fentanilo ha irrumpido con una violencia imparable. El papel de China, como productor de los precursores químicos que alimentan este mercado, es incuestionable. Un reciente informe de The Heritage Foundation lo expone claramente: China no es solo un proveedor remoto de materiales, sino que está activamente involucrada en la creación de una red de distribución que se extiende desde su territorio hasta los laboratorios clandestinos en México, para luego hacer su aparición en las calles estadounidenses.
Pero la historia no termina ahí. Mientras China juega un papel clave, son los carteles mexicanos quienes han llevado el negocio al siguiente nivel. Con una capacidad organizativa impresionante y una estructura que rivaliza con la de cualquier corporación multinacional, grupos como el Cartel de Sinaloa y el CJNG no solo importan estos precursores, sino que los manufacturan en México, produciendo fentanilo de forma masiva.
¿Y qué está haciendo Estados Unidos al respecto? La administración Biden ha implementado una serie de medidas, desde el aumento de fondos para tratamientos hasta el fortalecimiento de las tecnologías en los puertos de entrada. Sin embargo, estas acciones parecen ser un parche ante un problema mucho mayor. A pesar de los esfuerzos, la capacidad de evasión de estos grupos es tan avanzada que las medidas actuales parecen ineficaces. A esto se suma la falta de cooperación de los gobiernos mexicano y chino, quienes siguen sin comprometerse de manera efectiva con las políticas antidrogas internacionales.
Un dato particularmente alarmante es el modelo de negocio detrás del fentanilo. Fabricar un kilo de esta droga en México cuesta apenas 32.000 dólares, mientras que en el mercado estadounidense puede generar hasta 20 millones de dólares. Este margen de ganancia ha convertido al fentanilo en la droga más rentable del mercado ilícito, y ha transformado a los carteles mexicanos en actores clave de un comercio internacional de muerte.
En este contexto, la crisis del fentanilo es mucho más que un desafío para la salud pública estadounidense. Es una tragedia global que refleja las complejidades de un mundo interconectado donde las políticas nacionales parecen no tener el alcance necesario para enfrentar una amenaza transnacional. Si Estados Unidos no adopta una estrategia más contundente y globalmente coordinada, el precio que se pagará será aún más alto: más vidas perdidas, más comunidades destruidas, y un mercado de drogas que continuará fortaleciéndose, alimentado por los intereses de quienes se benefician de la desesperación humana.
La colaboración internacional es clave, pero, como muestran los informes, la falta de voluntad política para abordar la raíz del problema en China y México solo perpetúa esta tragedia. El fentanilo no solo está destruyendo vidas en las calles de EE.UU.; está subrayando una desconexión global en la lucha contra el narcotráfico y las fuerzas económicas que alimentan la adicción y la muerte. Si no se enfrentan de manera seria estas alianzas ilícitas, el futuro no será nada prometedor.
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