ARTÍCULO DE OPINIÓN
Por: Nayely Kassandra Luque Yanqui
Testigos, vecinos, familiares, amigos, e incluso instituciones que deberían proteger a las víctimas, a menudo optan por la indiferencia o simplemente evitan involucrarse. Esto plantea una pregunta fundamental, ¿por qué existe esta apatía hacia el sufrimiento de una mujer violentada? ¿Acaso no seríamos los primeros en pedir ayuda si nos encontráramos en su lugar?
Es común que, cuando una mujer es víctima de violencia en el hogar, las personas cercanas, los primeros que pueden escuchar gritos o ver las señales de abuso, se excusen diciendo que “no quieren involucrarse” o que “es un asunto privado”. Este argumento es, en realidad, una forma de complicidad con el agresor. La violencia de género no es solo un problema de la pareja o la familia, es un problema de la sociedad. Aquellos que eligen no intervenir, que ignoran los signos de alerta o que se limitan a murmurar entre dientes, están contribuyendo al sufrimiento de las víctimas. Imaginarse a uno mismo en la situación de la víctima podría ayudar a despertar la empatía necesaria para comprender que nadie debería soportar el abuso en soledad.
Además, una de las razones por las que muchas mujeres dudan en denunciar es la falta de respuesta de las autoridades. No es raro que, al presentarse en una comisaría, las víctimas reciban indiferencia o comentarios que minimizan la situación. Frases como “son problemas de pareja” o “¿por qué no se va de la casa?” solo revictimizan a la mujer y refuerzan su aislamiento. La inacción o negligencia de las autoridades es una traición a la confianza de quienes buscan ayuda, y resulta en un ciclo de desesperanza que deja a las víctimas atrapadas en una situación peligrosa.
Poner fin a la violencia contra la mujer requiere no solo de leyes y protocolos, sino también de un cambio de actitud en la sociedad. Cada uno de nosotros debe entender que intervenir puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Si estuvieras en su lugar, ¿no desearías una mano amiga o alguien que interviniera?
Es cierto que, al intervenir en situaciones de maltrato hacia una mujer, es posible que recibamos respuestas como “es un problema de pareja, no te metas” o “tranquilo, no me está haciendo nada malo”. Este tipo de respuestas, que suelen indicar que la persona no desea o no puede aceptar ayuda en ese momento, pueden hacernos sentir rechazados o cuestionar nuestra decisión de involucrarnos. Pero, ¿no es mejor hacer todo lo posible, aun con el riesgo de recibir una respuesta negativa, que no hacer nada en absoluto? ¿Qué pasa si somos testigos de una agresión y decidimos no actuar, y al día siguiente esa persona aparece sin vida? ¿Podríamos evitar que la culpa nos invada con el doloroso “¿y si...?” de saber que pudimos haber hecho algo?
Como sociedad, debemos presionar para que las instituciones respondan adecuadamente y para que se implementen programas de apoyo efectivos. Necesitamos comisarías y sistemas de denuncia que tomen en serio cada caso de violencia doméstica, que ofrezcan una respuesta rápida y eficaz, y que traten a las víctimas con la dignidad y el respeto que merecen.
Si bien el cambio institucional es fundamental, cada uno de nosotros también tiene un papel que desempeñar. La próxima vez que escuchemos o veamos signos de violencia, pensemos que el silencio y la indiferencia solo contribuyen a la prolongación de ese sufrimiento. Ser parte de la solución es nuestra responsabilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario