ARTÍCULO DE OPINIÓN
La falta de costumbre en la lectura es un desafío en el Perú, vinculado muchas veces a la educación y la cultura. Pero, ¿realmente es culpa nuestra? Las razones detrás de esta problemática son diversas y complejas, y a menudo se interrelacionan.
Estadísticas muestran que el Perú se encuentra rezagado en comparación con otros países de Latinoamérica en cuanto a hábitos de lectura. Mientras que un chileno o un colombiano lee, en promedio, entre 1.2 y 1.3 libros al año, el peruano apenas alcanza 0.8. Este dato revela una clara deficiencia que merece atención y reflexión.
Una de las razones más importantes por las que los peruanos no leen es la falta de tiempo. Según la Federación Peruana de Periodistas, el 70.2% de la población no dedica tiempo a la lectura debido a las exigencias laborales y otras responsabilidades diarias. Las jornadas de trabajo, los desplazamientos en transporte público y el agotamiento al final del día nos llevan a preferir el descanso frente a un libro.
El costo de los libros también puede representar un impedimento sí, aunque existe lugares o ferias donde se pueden adquirir libros a precios cómodos. La lectura se ha convertido en un pasatiempo reservado para unos pocos. Pero también está el problema del analfabetismo, que sigue presente en el país, y que está estrechamente ligado a la brecha educacional que ha perdurado por años. Además, la falta de acceso a librerías y bibliotecas en diversas regiones complica aún más la situación.
Es importante matizar la afirmación de que “el peruano no lee”. Más bien, se podría decir que “el peruano no tiene la lectura como pasatiempo”. Es cierto que interactuamos con textos diariamente: leemos noticias, mensajes en nuestros teléfonos y correos en el trabajo. Sin embargo, la lectura recreativa sigue siendo escasa.
Otro factor que afecta nuestros hábitos de lectura es el uso constante de la tecnología. Nuestra atención se pierdió en la era digital. Aunque se culpa a los teléfonos inteligentes por distraernos, somos nosotros quienes elegimos cómo utilizarlos. Implementar herramientas que limiten el tiempo en aplicaciones puede ser un primer paso hacia una relación más saludable con la tecnología.
Un estudio de Maxi Heitmayer revela que el 89% de las interacciones con smartphones las inicia el usuario, mientras que solo el 11% son impulsadas por notificaciones. Este dato dice mucho: somos nosotros quienes decidimos perdernos en el mundo digital, en lugar de invertir ese tiempo en la lectura.
La adicción a las pantallas se ve alimentada por mecanismos diseñados para mantenernos enganchados, como el "infinite scroll". Andrew Sullivan, en su artículo sobre la vida en línea, refleja que seguimos deslizando en nuestros celulares en busca de satisfacción, un ciclo que parece interminable.
A medida que nuestra capacidad de concentración se ve afectada, se hace evidente que leer requiere de una atención sostenida. Para revertir esta tendencia, es fundamental establecer hábitos de lectura. Dedicar al menos unos minutos diarios a la lectura e ir aumentando gradualmente este tiempo puede ser una excelente manera de disfrutar de los libros.
Además, resulta importante reconocer los beneficios de la lectura en nuestra salud mental y encontrar en ellos un pasatiempo que nos eduque. No solo enriquece nuestro conocimiento, la lectura también estimula la imaginación. La tecnología no debe ser vista como un enemigo; si se utiliza de manera responsable, puede ser una herramienta valiosa para complementar la lectura y nuestro interés por los libros.
Estadísticas muestran que el Perú se encuentra rezagado en comparación con otros países de Latinoamérica en cuanto a hábitos de lectura. Mientras que un chileno o un colombiano lee, en promedio, entre 1.2 y 1.3 libros al año, el peruano apenas alcanza 0.8. Este dato revela una clara deficiencia que merece atención y reflexión.
Una de las razones más importantes por las que los peruanos no leen es la falta de tiempo. Según la Federación Peruana de Periodistas, el 70.2% de la población no dedica tiempo a la lectura debido a las exigencias laborales y otras responsabilidades diarias. Las jornadas de trabajo, los desplazamientos en transporte público y el agotamiento al final del día nos llevan a preferir el descanso frente a un libro.
El costo de los libros también puede representar un impedimento sí, aunque existe lugares o ferias donde se pueden adquirir libros a precios cómodos. La lectura se ha convertido en un pasatiempo reservado para unos pocos. Pero también está el problema del analfabetismo, que sigue presente en el país, y que está estrechamente ligado a la brecha educacional que ha perdurado por años. Además, la falta de acceso a librerías y bibliotecas en diversas regiones complica aún más la situación.
Es importante matizar la afirmación de que “el peruano no lee”. Más bien, se podría decir que “el peruano no tiene la lectura como pasatiempo”. Es cierto que interactuamos con textos diariamente: leemos noticias, mensajes en nuestros teléfonos y correos en el trabajo. Sin embargo, la lectura recreativa sigue siendo escasa.
Otro factor que afecta nuestros hábitos de lectura es el uso constante de la tecnología. Nuestra atención se pierdió en la era digital. Aunque se culpa a los teléfonos inteligentes por distraernos, somos nosotros quienes elegimos cómo utilizarlos. Implementar herramientas que limiten el tiempo en aplicaciones puede ser un primer paso hacia una relación más saludable con la tecnología.
Un estudio de Maxi Heitmayer revela que el 89% de las interacciones con smartphones las inicia el usuario, mientras que solo el 11% son impulsadas por notificaciones. Este dato dice mucho: somos nosotros quienes decidimos perdernos en el mundo digital, en lugar de invertir ese tiempo en la lectura.
La adicción a las pantallas se ve alimentada por mecanismos diseñados para mantenernos enganchados, como el "infinite scroll". Andrew Sullivan, en su artículo sobre la vida en línea, refleja que seguimos deslizando en nuestros celulares en busca de satisfacción, un ciclo que parece interminable.
A medida que nuestra capacidad de concentración se ve afectada, se hace evidente que leer requiere de una atención sostenida. Para revertir esta tendencia, es fundamental establecer hábitos de lectura. Dedicar al menos unos minutos diarios a la lectura e ir aumentando gradualmente este tiempo puede ser una excelente manera de disfrutar de los libros.
Además, resulta importante reconocer los beneficios de la lectura en nuestra salud mental y encontrar en ellos un pasatiempo que nos eduque. No solo enriquece nuestro conocimiento, la lectura también estimula la imaginación. La tecnología no debe ser vista como un enemigo; si se utiliza de manera responsable, puede ser una herramienta valiosa para complementar la lectura y nuestro interés por los libros.
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