miércoles, 25 de junio de 2025

MACHU PICCHU EN LA MIRA

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Por: Stefany Mena Campos 

 
 
Machu Picchu nuestra joya más preciada, nuestra carta de presentación ante el mundo, nuestro símbolo de identidad y orgullo ha sido incluida en la “lista negra” del turismo internacional, según el portal Travel and Tour World. Y no es porque haya dejado de ser impresionante, sino porque, según ellos, “ya no vale la pena visitarlo”. ¿La razón? Saturación, altos costos y pérdida de su esencia cultural. No sé ustedes, pero a mí me cuesta mucho aceptar que un lugar tan importante para nuestra historia y nuestro corazón, esté siendo percibido así por el mundo. Y más aún, me preocupa que en lugar de tomarlo como una llamada de atención, algunos solo lo vean como un ataque injustificado.  
Es cierto que el aforo de Machu Picchu está regulado. Oficialmente, el límite diario es de 4500 visitantes, con una ampliación temporal hasta los 5600 durante la temporada alta. No obstante, los informes oficiales del Ministerio de Cultura revelan algo que no podemos ignorar: solo entre abril y mayo de este año, hubo sobrecarga en la terraza superior del santuario, con más de 2500 personas adicionales en un solo sector. Esto no es una suposición, son datos concretos. Y aunque técnicamente no se haya "superado" el aforo total permitido, hay zonas de la ciudadela que sí están colapsando por la cantidad de visitantes concentrados en rutas específicas. O sea, no hay que ser experta en gestión cultural para entender que algo no se está haciendo bien.

Entiendo la reacción inmediata de las autoridades peruanas, como la ministra de Comercio Exterior y Turismo, Desilú León, quien desestimó el informe por no tratarse de una evaluación oficial ni respaldada por la Unesco. También la Municipalidad emitió un pronunciamiento rechazando la inclusión en esa lista negra, calificando la publicación como “sensacionalista” y sin sustento técnico. Y aunque comprendo ese impulso por defender lo nuestro, me parece muy peligroso que nos enfoquemos más en desmentir que en reflexionar. Porque negar el problema no lo soluciona. Machu Picchu no necesita discursos de orgullo nacionalista, necesita acciones sostenibles, decisiones firmes y una mirada seria hacia su conservación a largo plazo.

La crítica de Travel and Tour World no solo se basa en la cantidad de visitantes, sino también en la experiencia misma que se ofrece. Hablan de cómo el turismo masivo, las plataformas que promueven viajes exprés y el afán por la "foto perfecta" han transformado una experiencia mística en un circuito agotador y hasta decepcionante. Y aunque muchos puedan decir que esto es una exageración, basta con ir o ver videos recientes para comprobarlo. Las filas interminables, los guías apurados, los turistas saltando sogas de seguridad por un mejor ángulo. ¿Eso es lo que queremos seguir ofreciendo? Porque si seguimos priorizando la cantidad sobre la calidad, estamos matando lentamente la magia que tanto vendemos en nuestras campañas.

Además, hay que dejar de romantizar que Machu Picchu es “para todos” cuando los precios en temporada alta sí pueden ser prohibitivos para muchos peruanos. Las autoridades aseguran que hay tarifas promocionales y servicios adaptados, pero la verdad es que organizar un viaje a Machu Picchu —entre tren, entrada, guía y alojamiento— puede costar más de lo que gana una familia promedio en una semana. Y ese es otro de los puntos que critica el informe internacional: que la experiencia se ha vuelto costosa y, muchas veces, no cumple con las expectativas que promete. El turismo debería ser una forma de acercarse a la cultura, no una carrera cara y apurada por tomarse una foto con la montaña.

No se trata de dejar de recibir turistas ni de cerrar Machu Picchu. Se trata de replantear el modelo de gestión. Tal vez ha llegado el momento de establecer cupos aún más reducidos, distribuir mejor a los visitantes en las diferentes rutas y, sobre todo, educar más sobre la importancia espiritual, histórica y ecológica del lugar. No todo se trata de subir estadísticas de visitantes o de llenar los hoteles de Cusco. Hay que pensar en la sostenibilidad, en la protección del patrimonio y en cómo queremos que nos vean en el futuro. Porque si seguimos así, no será solo TTW quien nos critique; el verdadero golpe será cuando los visitantes dejen de venir porque ya no encuentran lo que vinieron a buscar.

Machu Picchu no ha dejado de ser mágico. Lo que pasa es que lo estamos tratando como un producto de temporada y no como el tesoro sagrado que es. Y si no cambiamos el rumbo pronto, la próxima “lista negra” en la que aparezca podría ser la de los patrimonios en riesgo de la Unesco. ¿Realmente queremos esperar a que eso ocurra para reaccionar? El mundo nos está observando, pero más importante aún: nuestros hijos y nietos dependerán de lo que hagamos hoy. ¿Queremos dejarles un lugar del que sentirse orgullosos o solo ruinas de lo que una vez fue?

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