CRÓNICA
Por: Guillermo Miranda Choque
En escena dos equipos de básquet de la misma universidad se enfrentan en un partido muy cerrado. Con uniforme amarillo, las deportistas de la Universidad Privada del Norte (UPN) de Trujillo, y frente a ellas, las jugadoras de básquet de la filial de Lima, vestidas de negro. El encuentro, que en momentos parece una guerra civil, tiene lugar desde las 2:30 de la tarde en el estadio del Coliseo Arequipa.
Con el cielo nublado aquella tarde del 3 de octubre del 2024, la ciudad blanca lucía una atmósfera distinta con la presencia constante de vientos que formaban nubes de polvo en las zonas altas de distritos como Mariano Melgar. Un clima de semejante ferocidad se vivía también dentro del recinto deportivo, donde las jugadoras de ambos equipos sostenían este partido sin diferenciarse notablemente en el marcador de puntuaciones.
Las barras de cada equipo, que eran conformadas por las propias suplentes y los compañeros de otras disciplinas deportivas, sus gritos generaban estruendos tan vibrantes dentro del coliseo, que permitían crear la falsa sensación de que había más gente que la que realmente presenciaba el encuentro. Cada punto anotado generaba una bulla que apenas era contenida por la infraestructura del coliseo.
Las palomas también eran parte de esta escasa concurrencia, volando desde las tribunas más distantes hasta las butacas adyacentes al terreno de juego. En las entradas de los niveles superiores del coliseo, restringidas para el público, calentaban las basquetbolistas de la Universidad de Lima y la Universidad del Pacífico, quienes se enfrentarían en la próxima contienda.
Pese a ser deportistas de la misma casa universitaria, el partido se desarrollaba sin tregua y sin piedad, la pelota era disputada con vehemencia y adrenalina, a tal punto que muchas de las jugadas eran sancionadas con falta. Esta agresividad y hostilidad también se vivía en las barras, donde los abucheos y distracciones no eran escasos entre los oponentes de ambas escuadras.
Si bien el equipo de Lima se hallaba por encima del marcador, su homólogo trujillano, no le permitía acrecentar la diferencia de ocho puntos que mantenían en promedio. En ciertos momentos esta diferencia se reducía a cuatro y en otros se extendía a diez. Durante la mayor parte de la contienda no se podía hablar de un vencedor contundente.
Movilizándose en hileras, nuevos equipos universitarios ingresan uniformados desde la puerta baja. Su asistencia pronto deja de ser ajena y se integra a la atmósfera del coliseo, junto a las palomas, el público y los vendedores de popcorn, o “canchita” como le llaman los integrantes de algunas delegaciones.
Incrementando su puntuación de a uno por las faltas, de a dos y hasta las ovacionadas conversiones de a tres, la puntuación de ambos equipos progresivamente superaba las diez, veinte y treinta cifras. El marcador se diferenciaba nada más que por cuatro puntos, debido a la rivalidad que parecía existir entre ambas escuadras
Finalmente el árbitro pitó el final del encuentro, una arremetida de júbilo no tardó en brotar de uno de los contendientes. El score había llegado a un puntaje de 44 para un equipo y de 30 para el otro. La UPN de Lima pudo vencer ampliando ligeramente su resultado en las instancias finales del encuentro, la tempestad en el coliseo había llegado a su fin.
Mientras los vestigios del encuentro se iban desapareciendo con la retirada de sus participantes y algunas declaraciones a los medios de prensa, las contendientes del próximo encuentro ahora usaban el terreno de juego para practicar. Una nueva tempestad se avecinaba.
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