Artículo de Opinión
Por: María Guadalupe Huaita Vilcapaza
Una de las decisiones más importantes que tomamos en la vida es la de elegir el nombre de los hijos, el que los acompañará para siempre. Sin embargo, en muchos casos, el registro del apellido no es tan sencillo. En la mayoría de los países, la ley dicta que los niños deben llevar los apellidos de sus padres, en un orden específico que a menudo se considera tradicional y sacrosanto. Pero, ¿qué sucede cuando uno de los padres está ausente o simplemente es un desconocido?
Los niños y las niñas generalmente heredan el apellido del progenitor, incluso si nunca lo han conocido o si su ausencia ha causado dolor y sufrimiento en sus vidas. Esto puede llevar a situaciones incómodas y dolorosas en los que se ven obligados a llevar un apellido que les recuerda constantemente la ausencia o el abandono de uno de sus progenitores.
Según especialistas en psicología infantil, llevar un apellido que uno no desea puede tener consecuencias negativas en la autoestima y la identidad de la persona. Sentir vergüenza, rabia o incluso odio hacia un apellido puede afectar profundamente la forma en que nos vemos a nosotros mismos y cómo nos relacionamos con los demás.
Cuando una persona crece con un apellido que no le identifica o que incluso le resulta molesto, puede llegar a generar sentimientos de frustración y resentimiento. El apellido es una parte importante de la identidad de una persona y llevar uno que no representa quien realmente es puede afectarla emocionalmente y mentalmente, así como su autoestima y su sentido de pertenencia.
En la sociedad actual, los apellidos tienen una gran importancia a nivel legal y social. Sin embargo, en muchas ocasiones, las personas se ven obligadas a llevar un apellido que no desean, ya sea por haber sido impuesto por la ley o por haber sido heredado de un progenitor ausente o desconocido. En estos casos, surge la pregunta: ¿por qué no permitir a las personas elegir el orden de sus apellidos cuando uno de los padres está ausente?
Plantearnos la posibilidad de permitir a las personas elegir el orden de sus apellidos, especialmente cuando uno de sus progenitores está ausente o no se conoce su identidad, permitiría a las personas tener un mayor control sobre su identidad, también les daría la oportunidad de elegir un apellido que les represente y les haga sentir orgullosos. Esta medida no solo garantizaría que la persona no tenga que cargar con un apellido no deseado, sino que también les daría la oportunidad de construir su identidad de una forma más libre y auténtica.
Además, permitir esta elección fomentaría el respeto y la igualdad entre hombres y mujeres, ya que actualmente la tradición suele dictar que el apellido del padre sea el primero en la lista. Permitir que las personas elijan el orden de sus apellidos contribuiría a romper con estos estereotipos de género y promovería una sociedad más igualitaria y justa.
Algunas personas argumentan que cambiar el orden de los apellidos podría generar confusión o dificultades legales. Sin embargo, con los avances tecnológicos y las herramientas administrativas actuales, sería perfectamente posible implementar un sistema que permita a las personas elegir el orden de sus apellidos de manera sencilla y sin complicaciones.
Pero es importante recordar que el apellido no define a una persona, y que cada individuo tiene el derecho de decidir cómo quiere ser identificado. Permitir a las personas elegir el orden de sus apellidos cuando uno de los padres está ausente sería un paso en la dirección correcta hacia una sociedad más inclusiva y respetuosa de la identidad de cada individuo.
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