ARTÍCULO DE OPINIÓN
Por: Nayely Kassandra Luque Yanqui
Silenced nos sumerge en la historia de un nuevo maestro que llega al internado y, poco a poco, descubre que los niños a su cargo fueron víctimas de abusos físicos y sexuales por parte del personal, incluidos directores y maestros. La película aborda este tema sin miramientos, mostrando los horrores de lo que estos niños enfrentaron y la indiferencia, o incluso complicidad, de aquellos que sabían lo que sucedía, pero prefirieron mirar hacia otro lado como profesores, policías, directores y guardias de seguridad. Cada escena de abuso, cada grito, cada llanto no solo son desgarradores, sino que provocan una impotencia profunda, esa que ocurre cuando nos damos cuenta de que esta historia, aunque dolorosamente brutal, no es ficción.
Lo más devastador de Silenced es la crítica que hace a la sociedad y al sistema de justicia. A medida que el maestro intenta buscar ayuda y denunciar lo que sucede, se encuentra con un sistema corrupto e insensible, que minimiza las pruebas y respalda a los abusadores, al ser personas influyentes y con poder. Asimismo, hace una crítica a aquellas personas de diferentes religiones que defienden a estos abusadores, por el simple hecho de dar dádivas o apoyar a sus instituciones.
La historia refleja cómo la corrupción y la indiferencia de las autoridades permiten que los abusos continúen sin que nadie sea responsable. Nos recuerda que la verdadera crueldad no siempre reside solo en el acto del abuso, sino en el silencio y la inacción de quienes podrían evitarlo y eligen no hacerlo.
El caso real en el que se basó fue reabierto por la presión pública. Las audiencias que vieron el filme se movilizaron y demandaron justicia, impulsando cambios en las leyes para proteger mejor a los niños de los abusos. Silenced no solo es una película desgarradora, es un llamado a la acción, una prueba de cómo existe la maldad y que ningún niño esta fuera de peligro pues estos depredadores están al asecho.Es casi imposible ver Silenced sin derramar una lágrima, sin sentir rabia e impotencia. El filme se convierte en un recordatorio de que detrás de las estadísticas de abuso infantil hay rostros, hay vidas que fueron dañadas de manera irreparable, y que nuestra responsabilidad como sociedad es romper el silencio que permite que estas atrocidades ocurran.
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