ARTÍCULO DE OPINIÓN
Por: Nayely Kassandra Luque Yanqui
La salud mental influye directamente en cómo una persona vive y experimenta su sexualidad. Condiciones como la depresión, la ansiedad o los traumas pueden afectar el deseo sexual, la autoestima y la capacidad de establecer relaciones saludables. Además, la primera experiencia sexual, a menudo referida como "la primera vez", puede tener repercusiones duraderas. Muchos adolescentes y jóvenes viven el momento sin reflexionar sobre cómo sus acciones pueden afectar a quienes están explorando este mundo por primera vez, lo que puede dejar a esa persona sintiéndose "usada", impactando negativamente su autoestima y su percepción de sí misma, y con ello su salud mental.
Vivir en una sociedad que no respeta ni reconoce la diversidad sexual también puede tener consecuencias devastadoras en la salud mental, especialmente para las personas de la comunidad LGBTQI+. Los prejuicios y la discriminación generan un estrés constante que a menudo se traduce en trastornos mentales como la ansiedad y la depresión.
Según Danaey Palo, especialista en sexualidad y salud reproductiva de APROPO, conocer sobre nuestra sexualidad es fundamental para entendernos a nosotros mismos y nuestras relaciones con los demás. Sin embargo, es crucial no subestimar la influencia que ejerce la sociedad sobre nuestra percepción de la sexualidad. Este entorno social puede ser hostil y generar un rechazo que, a su vez, deteriora la autoestima de las personas.
El entorno familiar desempeña un papel fundamental en la educación sexual de los jóvenes, pero muchas familias aún evitan abordar este tema crucial. Esta falta de diálogo no solo perpetúa el desconocimiento sobre aspectos esenciales, como los métodos anticonceptivos, sino que también incrementa el riesgo de embarazos no deseados. Más alarmante aún es la persistencia de creencias dañinas que asocian la primera experiencia sexual con la necesidad de un compromiso marital. Esta mentalidad no solo "condena" a las personas a permanecer en relaciones tóxicas, sino que también les impone una carga emocional enorme, justificando el sufrimiento con la noción de que la "primera vez" debe ser sagrada.
Es fundamental que reconozcamos que la sexualidad no está separada de la salud mental, sino que son dimensiones intrínsecamente conectadas con nuestra identidad, relaciones y bienestar emocional. La educación sexual y emocional debe ser inclusiva y normalizar el diálogo sobre el placer, el consentimiento y el respeto por la diversidad. Esto no solo previene problemas de salud mental y sexual, sino que también crea espacios seguros donde las personas pueden expresarse sin miedo al juicio.
Nadie debería sentir vergüenza o culpa por su identidad sexual o por necesitar apoyo en su salud mental. Ambos temas son parte de lo que nos hace humanos.
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