ARTÍCULO DE OPINIÓN
Por: Nayely Kassandra Luque
Yanqui
Muchos de nosotros llegamos cansados del trabajo, del estudio o de cualquier otra actividad, y eso es comprensible. Sin embargo, debemos entender que esos asientos están reservados para personas que realmente los necesitan. Si decides ocupar uno de ellos, es importante que seas consciente de que, cuando llegue la persona a la que está destinado, deberás cederlo. Respetar estos espacios es una cuestión de empatía y consideración hacia quienes enfrentan dificultades en su día a día.
Es común ver a adultos jóvenes ocupando estos espacios preferenciales sin prestar atención a su entorno, y, en lugar de dar el ejemplo, muchos padres prefieren sentar a sus hijos pequeños en estos asientos antes que llevarlos en brazos. Este tipo de comportamiento no solo transmite a las nuevas generaciones una falta de sensibilidad hacia las personas que realmente necesitan estos espacios, sino que también normaliza una actitud de indiferencia hacia los demás. Si no enseñamos a los más jóvenes a ceder el asiento a quien realmente lo requiere, estamos perdiendo la oportunidad de formar adultos más conscientes y empáticos.
Un ejemplo digno de admiración y aprendizaje es el que encontramos en países como Corea del Sur. En su sistema de transporte público, la importancia de los asientos reservados es clara y respetada. Los asientos para personas mayores o con necesidades especiales están identificados de manera muy visible, y los pasajeros respetan su propósito sin necesidad de que nadie les recuerde su obligación. El comportamiento de los ciudadanos en Corea del Sur nos muestra que, cuando la sociedad se compromete a respetar a quienes necesitan un poco de consideración adicional, el transporte público se convierte en un espacio más seguro y solidario.
Aquí, sin embargo, parece que el individualismo y la comodidad inmediata pesan más que la empatía y el respeto. Ceder un asiento es un gesto simple que puede marcar una gran diferencia en el día de alguien, y negar ese pequeño acto de consideración es no solo una falta de educación, sino una clara muestra de egoísmo.
Un factor clave para hacer respetar esta norma son los transportistas públicos, quienes pueden actuar como mediadores para proteger el derecho de las personas en situación de vulnerabilidad. Además, deben ser equitativos, ya que muchas personas con discapacidad se quejan de que los autobuses a menudo los dejan de lado. Esto es una práctica prohibida y sancionada por la ley. El incumplimiento de la reserva de asientos para personas con discapacidad se considera una infracción grave, con multas para las empresas de transporte que oscilan entre S/ 21,500 y S/ 43,000, según lo establecido en el artículo 81 de la ley N° 29973.
Si una persona decide no levantarse y ceder el asiento reservado, especialmente cuando nota la presencia de alguien que lo necesita, ¿no está acaso demostrando una carencia de principios básicos de respeto y convivencia?
Fomentar el respeto hacia los asientos reservados es una responsabilidad que debemos asumir tanto en el ámbito familiar como en el escolar y en la comunidad en general. Cambiar esta actitud depende de todos, desde recordar el propósito de los asientos reservados hasta enseñar a los más jóvenes que el respeto y la empatía son valores que no solo se practican en privado, sino que deben ser visibles en nuestra conducta diaria.
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