ARTÍCULO DE OPINIÓN
Escribe: Grover Lanza
El Bosque de Chepita, con sus 1134 hectáreas, es un refugio para una variedad de especies de fauna y flora. Su importancia no solo es la biodiversidad que alberga, sino su función como regulador climático y fuente de recursos medicinales. Es alarmante saber que, según el Administrador Técnico Forestal, Hugo Carillo Vargas, el bosque ha perdido parte de su extensión en los últimos años. Este hecho pone más hincapié en la necesidad de una intervención inmediata y efectiva para evitar una mayor depredación.
La participación activa de los docentes, como la profesora Maricarmen Andrade, refuerza la idea que la educación ambiental debe ser un componente integral de la currícula escolar. Los jóvenes deben aprender sobre su entorno, desarrollar un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia él. Al conocer el Bosque de Chepita, los estudiantes adquirieron conciencia sobre la importancia de cuidarlo y protegerlo.
Es esencial que estas actividades sean parte de un esfuerzo colaborativo más amplio. La alianza entre la Municipalidad Distrital de Cochabamba, la ATFFS y el Gobierno Regional de Áncash, con el apoyo de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), mostraron que la conservación es una tarea colectiva. La participación de los diferentes actores es importante para garantizar que las iniciativas no se limiten a eventos aislados, sino que las respuestas sean sostenibles y a largo plazo.
El Bosque de Chepita se encuentra en proceso de ser incluido en la Lista Sectorial de ecosistemas frágiles. Reconocerlo como un ecosistema vulnerable fundamental, esto permite a las autoridades implementar medidas específicas para su protección. La inclusión en esta lista debería ser lo que marque el inicio a la acción para todos: comunidades, gobiernos y organizaciones civiles.
La amenaza que enfrentan las especies de plantas medicinales en el Bosque de Chepita, como la tara y el chachacomo, es un ejemplo de cómo la intervención humana no responsable puede llevar a la depredación de estos recursos. La pérdida de estas especies afecta directamente a la biodiversidad que alberga el bosque, e impacta negativamente en la salud y bienestar de las comunidades que dependen de ellas.
Del mismo modo, la presencia de aves endémicas como el tijeral coronado nos recuerda la riqueza biológica del área, quizá para muchos desconocida. La pérdida de hábitats adecuados para estas especies podría llevar a su extinción local y resultaría en una disminución de la diversidad genética y, en consecuencia, un debilitamiento del ecosistema en su conjunto.
La educación y sensibilización son herramientas que, si se utilizan de la manera más efectiva, pueden cultivar una cultura de respeto y cuidado hacia el medio ambiente. Invertir en la formación de los jóvenes es sembrar semillas de un futuro más sostenible. El compromiso de las instituciones, como se ha visto en el taller, es un buen comienzo, pero es más importante que este impulso continúe, se fortalezca y que también se ponga n en práctica en otras regiones.
La conservación del Bosque de Chepita no es una responsabilidad local, sino una necesidad compartida. La interconexión de los ecosistemas y su fragilidad requieren un enfoque integral y colaborativo. La educación, la participación comunitaria y el compromiso institucional son vitales para preservar joyas naturales como esta y asegurar que nuestras futuras generaciones puedan disfrutar de su riqueza.
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