martes, 8 de julio de 2025

NO HAY BARRERAS INSUPERABLES

CRÓNICA
Por: Karen Pinto Cahuana

n los pasillos de la universidad, el bullicio es casi una sinfonía caótica. Estudiantes que van y vienen, el crujido de las mochilas, y las conversaciones que llenan el aire como un mosaico de voces entrelazadas. Las paredes, adornadas con anuncios de actividades y eventos, parecen tener vida propia, reflejando la diversidad de sueños y aspiraciones de los jóvenes que allí se encuentran. Entre ellos, Alexander avanza con paso firme, su mochila ajustada a los hombros y una expresión de serena determinación en el rostro, como si cada paso fuera una victoria en su propio desfile personal.

Desde el primer día que caminé junto a él por los pasillos, me di cuenta de que Alexander no era un estudiante cualquiera. Su historia es un relato de inclusión y superación que está presente en la universidad. Recuerdo cómo me contaba sobre su infancia, llena de desafíos que comenzó cuando su madre, Luz, notó algo diferente en su desarrollo.  
— Desde muy pequeño, su silencio era algo que buscábamos descifrar— me decía Luz, con una mezcla de nostalgia en la mirada.

Alexander, diagnosticado con autismo a los dos años, comenzó un camino lleno de terapias y aprendizajes, mientras Luz, su madre, se convirtió en su guía y apoyo incondicional.

La etapa escolar de Alexander estuvo marcada por la lucha constante. Las miradas curiosas y los murmullos a sus espaldas eran como pequeñas tormentas que trataban de desviar su rumbo. Sin embargo, con el apoyo firme de Luz, quien nunca se apartó de su lado, Alexander fue avanzando.

— Cuando me preguntaba sobre sus sueños, supe que debía acompañarlo en cada paso— decía Luz.

Con el tiempo, el esfuerzo dio frutos y Alexander comenzó a destacar en sus estudios, aunque el camino hacia la universidad no fue menos desafiante. Llegar a la universidad fue como una nueva travesía para Alexander. Las clases virtuales durante la pandemia trajeron consigo una serie de obstáculos.

— Algunos dudaban de mi autismo, pensaban que era una invención— relataba Alexander, con cierta tristeza en su voz.

Fue solo con el regreso a las aulas presenciales que sus compañeros y profesores empezaron a comprender y aceptar su condición.

—A veces tenía que mostrar la documentación oficial de su diagnóstico para que entendieran que era real— decía Luz.

El salón de clases era un microcosmos de energía y ruido. Los pupitres, aunque no siempre alineados a la perfección, y el constante murmullo de estudiantes, formaban el telón de fondo de las lecciones diarias. Alexander se sentaba en la primera fila, un joven concentrado y participativo, cuya presencia, antes desconfiada, empezaba a ganarse el respeto de sus compañeros.

— Lo que más me sorprendía era su capacidad para intervenir en las exposiciones con tanta seguridad— comentaba Luz, con orgullo en los ojos.

Más allá de los muros de la universidad, Alexander llevaba una vida activa e interesante. No solo era un estudiante destacado, sino también un polifacético amante de las artes y las lenguas. Su habilidad para tocar el piano, el dominio del inglés y francés, y su participación en talleres de clown y en el gimnasio eran parte de su dedicación y pasión. — Cada día él estaba en sus estudios y sus pasiones— decía Luz, mientras observaba a su hijo sumergido en sus múltiples intereses.

La historia de Alexander es una lección de resiliencia y valentía, pues a pesar de las barreras que encontró en su vida y los prejuicios de algunas personas, nunca dejó que el autismo definiera sus límites.

— Quiero demostrar que no hay barreras insuperables para quienes tienen el valor de soñar y perseverar— decía Alexander, con una determinación que iluminaba su rostro.

En la quietud de su habitación, entre el teclado del piano y los libros de texto, Alexander encuentra su refugio. La presencia de su madre, siempre cerca, es un recordatorio de que no está solo en su travesía.

— Sin ella, creo que estaría perdido— confesaba Alexander, mientras ajustaba las partituras para su próxima sesión.

En los pasillos de la universidad, Alexander continúa su camino, transformando cada desafío en una oportunidad para demostrar su fortaleza. La historia de Alexander y Luz es un relato de superación personal pero también es un testimonio de la capacidad humana para superar cualquier obstáculo con determinación, apoyo y amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario