ARTÍCULO DE OPINIÓN
Cada 28 de junio celebramos el Día del Ceviche, y no, no es solo una excusa para ir a una cevichería, subir una historia con el clásico “¡salud con chicha morada!” y seguir con el día. Para mí, el ceviche es mucho más que un plato típico: es una forma de decir “soy peruana y me siento orgullosa de mi tierra”. En cada bocado hay historia, resistencia, mezcla de culturas y sobre todo, identidad. Y creo que pocas veces nos detenemos a pensarlo con esa profundidad.
El ceviche no nace en una cocina gourmet ni en un restaurante de lujo. Nace en las manos de pescadores, de madres, de abuelas que aprendieron a “cocinar” con limón lo que el mar nos regalaba. Nace del ingenio, de aprovechar lo que se tiene, de equilibrar lo fresco con lo intenso. Y esa capacidad tan peruana de hacer magia con ingredientes sencillos es justamente lo que ha convertido al ceviche en nuestro emblema gastronómico más internacional.
Sí, es cierto que en los últimos años el ceviche ha dado un salto gigantesco y hoy es aplaudido en concursos internacionales, aparece en rankings de los mejores platos del mundo y hasta tiene versiones “de autor” que se sirven en restaurantes con estrellas Michelin. Pero no debemos olvidar que ese ceviche elegante y con espuma de ají amarillo no existiría sin el ceviche de carretilla, sin el de mercado, sin el que comes con cuchara de plástico y se te chorrea por la mano. Porque el ceviche de verdad se come con hambre, con emoción, con respeto. No se posa para la cámara, se disfruta.
El ceviche no nace en una cocina gourmet ni en un restaurante de lujo. Nace en las manos de pescadores, de madres, de abuelas que aprendieron a “cocinar” con limón lo que el mar nos regalaba. Nace del ingenio, de aprovechar lo que se tiene, de equilibrar lo fresco con lo intenso. Y esa capacidad tan peruana de hacer magia con ingredientes sencillos es justamente lo que ha convertido al ceviche en nuestro emblema gastronómico más internacional.
Sí, es cierto que en los últimos años el ceviche ha dado un salto gigantesco y hoy es aplaudido en concursos internacionales, aparece en rankings de los mejores platos del mundo y hasta tiene versiones “de autor” que se sirven en restaurantes con estrellas Michelin. Pero no debemos olvidar que ese ceviche elegante y con espuma de ají amarillo no existiría sin el ceviche de carretilla, sin el de mercado, sin el que comes con cuchara de plástico y se te chorrea por la mano. Porque el ceviche de verdad se come con hambre, con emoción, con respeto. No se posa para la cámara, se disfruta.
El Día del Ceviche también es una oportunidad para hablar del mar, del trabajo pesquero, del respeto a los recursos naturales. Porque amar el ceviche también significa cuidar de dónde viene. ¿Cuántas veces nos emocionamos por el sabor, pero olvidamos preguntar si el pescado es de temporada, si se está pescando de forma responsable, si la comunidad que lo captura recibe lo justo? Hablar de gastronomía sin hablar de sostenibilidad es cerrar los ojos a una parte esencial de la historia.
En un país tan diverso como el nuestro, donde muchas veces lo que nos separa grita más fuerte que lo que nos une, el ceviche aparece como ese lenguaje común que nos recuerda que hay algo más profundo que nos conecta. No importa si lo comes en Lima, en Tumbes, en Arequipa o en la sierra con trucha: siempre hay un ceviche que nos espera. Y en ese plato está nuestra memoria, nuestra alegría y, por qué no, también nuestra esperanza.
Así que este 28 de junio no solo celebremos el ceviche como “el mejor plato del mundo”. Celebremos también lo que representa: la creatividad de nuestra gente, la riqueza de nuestro mar, la herencia que compartimos. Y recordemos que, más allá del limón, el ají y la cebolla, lo que realmente le da sabor al ceviche… es ser peruano.
En un país tan diverso como el nuestro, donde muchas veces lo que nos separa grita más fuerte que lo que nos une, el ceviche aparece como ese lenguaje común que nos recuerda que hay algo más profundo que nos conecta. No importa si lo comes en Lima, en Tumbes, en Arequipa o en la sierra con trucha: siempre hay un ceviche que nos espera. Y en ese plato está nuestra memoria, nuestra alegría y, por qué no, también nuestra esperanza.
Así que este 28 de junio no solo celebremos el ceviche como “el mejor plato del mundo”. Celebremos también lo que representa: la creatividad de nuestra gente, la riqueza de nuestro mar, la herencia que compartimos. Y recordemos que, más allá del limón, el ají y la cebolla, lo que realmente le da sabor al ceviche… es ser peruano.
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