CRÓNICA
Por: Oneida Chayña López
Eran las primeras horas de la mañana del pasado 2 de marzo en el distrito de Miraflores, en Arequipa. El señor Randolph Álvaro Durán Carrasco, trabajador de la empresa contratista SEAL, salía de una bodega como cualquier otro día. Alrededor del establecimiento, varios perros merodeaban el lugar —algunos grandes, otros pequeños— ladrando con ese instinto natural que tienen los canes ante lo desconocido.
Sin embargo, lo que ocurrió después fue un acto que dejó una profunda herida en la comunidad. Laika, una perrita mestiza de 12 años, habitual transeúnte de las calles del barrio y conocida por su carácter tranquilo, fue brutalmente agredida con un objeto metálico, presuntamente utilizado por el propio Durán. El golpe fue certero y devastador, dejándola postrada en el asfalto, sin posibilidad de reaccionar.
Los desgarradores aullidos de Laika rompieron la quietud del vecindario. Varios vecinos, conmovidos por el sufrimiento del animal, salieron de sus casas en busca de ayuda. El agresor, sin mostrar remordimiento, intentó retirarse del lugar, pero fue interceptado por los residentes y la dueña de la perrita, quienes lograron detenerlo y entregarlo a las autoridades. Fue conducido a la comisaría de Alto Misti.
La indignación no tardó en hacerse sentir. Decenas de vecinos alzaron la voz en demanda de justicia, exigiendo una sanción ejemplar contra el agresor. La empresa SEAL, para la cual trabajaba Durán Carrasco, emitió un comunicado condenando enérgicamente el ataque y solicitando una investigación rigurosa. Asimismo, anunciaron que implementarán medidas preventivas para evitar que hechos similares vuelvan a repetirse.
Laika, la pequeña víctima de esta agresión, continúa recuperándose en su hogar bajo cuidados especiales. Su historia ha conmovido a todo un distrito, convirtiéndose en símbolo de la lucha contra el maltrato animal.
La justicia no tardó en pronunciarse. Randolph Durán fue sentenciado a un año y seis meses de pena privativa de libertad, suspendida bajo reglas de conducta. Además, deberá pagar una reparación civil de S/ 1,000 a favor de Julio Choque, dueño de Laika, así como cumplir 75 días multa, equivalente a S/ 843.75. También se le inhabilitó para tener a su cargo animales domésticos.
Dentro de las medidas impuestas, Durán está obligado a no cometer nuevos delitos, acudir periódicamente al juzgado para justificar sus actividades y reparar integralmente el daño causado. En caso de incumplimiento, su condena será efectiva y podría ser internado en un centro penitenciario.
El caso de Laika ha dejado una lección dolorosa, pero necesaria: el respeto a la vida animal no puede ser una opción, debe ser una obligación. Y la justicia, esta vez, ha comenzado a abrir el camino.
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