Por: Oneida Chayña López
La fibra de alpaca destaca por su suavidad, ligereza, resistencia y capacidad térmica. Es cálida en climas fríos y fresca cuando la temperatura se eleva, lo que la convierte en un material versátil para la confección de prendas como suéteres, abrigos, bufandas, faldas, mantas y accesorios de lujo. Además, no contiene lanolina, lo que la hace hipoalergénica y apta para pieles sensibles.
Su calidad ha sido reconocida a nivel internacional, superando incluso a fibras como el cachemir y la lana de oveja. Por ello, la alpaca es altamente demandada en los mercados textiles más exigentes del mundo, posicionando al Perú como un proveedor clave de productos de alta gama.
Más de 120,000 familias peruanas —muchas en zonas rurales y de difícil acceso— se dedican a su crianza. Esta actividad genera empleo directo, dinamiza economías locales y promueve la inclusión social. La cadena productiva de la alpaca —desde su crianza hasta la comercialización de sus fibras y productos terminados— permite a estas comunidades mejorar su calidad de vida, acceder a nuevos mercados y preservar conocimientos ancestrales.
Así, la alpaca no solo es parte del patrimonio natural del Perú, sino también una muestra de su capacidad para transformar recursos tradicionales en productos de excelencia. Es un motivo de orgullo nacional, un símbolo de sostenibilidad, y un puente entre la herencia cultural y las oportunidades del presente.
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