Por: Guillermo Miranda Choque
El taekwondoka se hallaba parado ante los árbitros mientras sus ojos miraban calmos en dirección a los evaluadores. Con los pies descalzos juntos y los puños cerrados al lado de los muslos, la ejecución del deportista había sido ágil y sus movimientos enérgicos. Ahora, luego de la demostración, solo le quedaba esperar la puntuación del jurado, la cual fue emitida junto a una resonante muestra de júbilo que brotó de su hinchada.
¡UPC!, ¡UPC!, ¡UPC!, el coliseo de la Institución educativa Juana Cervantes, en Arequipa, se inundaba periódicamente de las arengas provenientes de los deportistas de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, quienes diferenciados con buzos rojos y polos blancos, celebraban las participaciones de sus compañeros y compañeras durante las pruebas de Taekwondo organizadas por la Federación Deportiva Universitaria del Perú.
Compartiendo aquel espacio, también se hallaban presentes las delegaciones de otras instituciones como la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), la Universidad de Lima, la Universidad Católica Santa María (UCSM) y la Universidad Privada del Norte (UPN), cuyos artistas marciales, vestidos con doboks blancos, ocupaban gran parte del área central del recinto deportivo, esperando, practicando o presentando su dominio de poomsae.
Frente a cada una de las tres áreas destinadas para la evaluación de los concursantes, los jueces, respaldados con múltiples grabadoras, evaluaban la ejecución individual de los participantes. Esta presentación de poomsae, equivalente a la kata del karate, era lo más parecido a una pelea imaginaria e individual contra varios oponentes, utilizando los movimientos básicos de taekwondo.
Siendo parte de aquel primer día de competencia, junto a los artistas marciales también estaban sus entrenadores, hallándose entre ellos Jorge Ramos Fuentes, del equipo de la UPN y resuelto al expresar que su participación era para revalidar las victorias obtenidas en el anterior certamen universitario de este 2024, celebrado en junio en el coliseo de la Escuela Naval del Callao.
Pero más allá del plano competitivo, tanto Ramos como los demás maestros y estudiantes, el taekwondo representa un arte marcial con un propósito más relevante, servir como complemento formativo para quienes lo practican, fomentando la adquisición de valores como la disciplina y el respeto, junto al desarrollo de habilidades como el orden y la coordinación.
El apoyo incondicional que las barras universitarias mostraban por medio de gritos y arengas, también iban acompañadas de aplausos, mientras que, cada cierto tiempo, nuevos concursantes era invitados para ejecutar sus presentaciones individuales. La inagotable cantidad de los participantes son un reflejo del crecimiento que ha tenido el taekwondo en el Perú, país que goza de participar en juegos Panamericanos y Sudamericanos.
Al término de las pruebas de poomsae, nuevos taekwondokas utilizaban el espacio para calentar, marcando el prólogo de una prueba distinta. Mientras ello sucedía, sereno pero fatigado, Frank Rodríguez se acercó a los entrenamientos de sus compañeros sanmarquinos. Con breves sorbos de agua a la boca, el deportista acababa de culminar su participación en la competencia.
Tras quince años en este deporte, más que la perseverancia aprendida del taekwondo, Rodríguez desprende un mensaje más fraterno de este deporte, expresando que le permitió conocer a buenas personas, en sus propias palabras: una familia. Su postura, a pesar del cansancio, es de satisfacción, pues los deportistas peruanos de este arte marcial se han incrementado, pero también han elevado su nivel.
Siendo parte de este proceso formativo a nivel nacional y guiando a sus estudiantes durante la competencia, destacaba la presencia de entrenadores como el maestro Jeong Lee Young Gi, junto a los estudiantes de la Universidad de Lima; Diego Torrealva Sepúlveda, representando a la UNMSM; y también Jorge Ramos Fuentes, para la UPN.
Durante aquella mañana que se transforma en tarde, la música toma presencia en el coliseo, pues es requerida para acompañar las pruebas individuales de freestyle, que en taekwondo implican una combinación de técnicas propias y la gimnasia artística. La ovación de las barras renueva su ímpetu en aquel coliseo, y más en esta nueva etapa coreográfica donde no se escatima el uso de patadas voladoras con tanta energía y velocidad.
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