ARTÍCULO DE OPINIÓN
Por: Nayely Kassandra
Luque Yanqui
Las redes sociales nos ofrecen diversas herramientas para configurar nuestra privacidad, permitiéndonos elegir quién ve nuestros contenidos, restringir el acceso a personas desconocidas y controlar, al menos en teoría, lo que compartimos. Sin embargo, la realidad es que cada vez que interactuamos en estas plataformas, cedemos derechos sobre nuestra información personal. Facebook, Instagram, X (Twitter), TikTok, entre otras, recolectan y procesan nuestros datos, que luego son utilizados para ofrecer publicidad personalizada o, en el peor de los casos, vendidos a terceros sin nuestro conocimiento real.
Si bien es cierto existen términos y condiciones que, para ser sinceros, muchos de nosotros no leemos y aceptamos con tal de abrir una cuenta, la mayoría de las personas no son conscientes del alcance de estos acuerdos. Esto plantea una preocupación seria ¿es posible hablar de privacidad cuando estamos aceptando ceder tantos datos?
Por otro lado, el riesgo de exposición aumenta cuando consideramos las brechas de seguridad y los ataques de cibercriminales. Las filtraciones de datos personales son comunes, exponiendo a millones de usuarios a riesgos de suplantación de identidad, estafas y otros tipos de abusos. En casos recientes, hemos visto cómo perfiles de famosos, políticos y personas comunes fueron hackeados, y sus datos personales terminaron en manos de quienes buscan sacar provecho de la información privada. Quizá el mayor problema sea que las redes sociales no están diseñadas para proteger nuestra privacidad, sino para extraer el máximo valor de nuestra interacción.
Entonces, ¿podemos decir que existe realmente la privacidad en redes sociales? La respuesta, en esencia, es no, ya que en realidad somos vigilados y analizados por las plataformas y sus algoritmos. A menos que estemos dispuestos a abandonar completamente las redes, la privacidad total es inalcanzable en este entorno.
Para enfrentar esta realidad, es importante informarnos y ser conscientes de los datos que compartimos, revisar y ajustar constantemente nuestras configuraciones de privacidad, y desconfiar de los términos y condiciones que nos obligan a aceptar sin cuestionamientos. La privacidad, en el mundo de las redes sociales, depende cada vez más de nuestra prudencia y de nuestra capacidad de navegar estos espacios con un ojo crítico y consciente.
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